jueves, 28 de febrero de 2013
Labios de café.
Ya todo el mundo sabe, llevo sal en la piel.
De un soplo tiro abajo la paz y el anaquel.
Y aún creo que la dicha un buen día acaricié,
La tarde en que he besado sus labios de café.
La negra es una suerte de brebaje especial.
Un sorbo de su ombligo liquida tu aflicción.
Su andar produce estragos en toda la afición.
Mirada empetrolada que apacigua mi ansiedad.
La negra es un candombe, un reggae dub, un carnaval.
La negra es un feriado, viernes santo, manantial.
Mi Cindor, mis facturas, mis bizcochos y mi pan.
Mi música, mi letra, mi guitarra y mi cantar.
Su tórax guarda aquello que me ha hecho tan feliz.
Sus pechos de sirena quiso dibujar Dalí.
Su corazón de felpa quiso conquistar Joaquín.
Actuando en paralelo, dan color al porvenir.
Mi vida, un poco muerta, ha revivido por su afán
De dar con mí desgracia arremetiendo su crueldad.
La cama que abriguemos, y no importa sea cual,
Será el sitio donde siempre habremos de despegar.
Poder volar más alto es imposible de verdad.
No existe quien pudiera emprenderme a un viaje astral,
Como hace mi negrita desvistiendo un corazón
Que me ubica en los adentros del vestíbulo del Sol.
La negra es un candombe, un reggae dub, un carnaval.
La negra es un asueto, finde largo, arena y mar.
Mi cindor, mis facturas, mis bizcochos y mi pan.
Mi música, mi letra, mi guitarra y mi cantar.
lunes, 18 de febrero de 2013
Crónicas de un Sur inexplorado
Luego de 3 horas y 21 minutos bajamos del gran ave de metal. Volar siempre me resulta novedoso.
Pudimos divisar a lo lejos unas liebres que corrían por la pista a la par del viento característico del sur. Aunque lo más sorprendente estaría mucho mas adelante, ese día el cielo emitía un celeste mucho más profundo.
La estadía en Rió Gallegos fue fugaz, aunque el tiempo pudo darnos otra oportunidad.
Ya entrada la tarde pisamos tierra de la ultima ciudad del continente, el clima nos recordaba los viajes interminables en tren que cualquier estudiante suele tener en invierno durante las primeras horas del día para llegar a la universidad. Aunque era otro frío, un frío cargado de energía, esa que emana la unión de la montaña y el océano. A lo lejos divisamos rostros familiares. La alegría del reencuentro salía de lo mas profundo del alma.
Llegamos a la casa, y luego de esas charlas informativas que nos ponen al tanto, cenamos en una gran mesa, con todas sus sillas ocupadas y hasta casi apretados, como en los viejos tiempos.
Pudimos divisar a lo lejos unas liebres que corrían por la pista a la par del viento característico del sur. Aunque lo más sorprendente estaría mucho mas adelante, ese día el cielo emitía un celeste mucho más profundo.
La estadía en Rió Gallegos fue fugaz, aunque el tiempo pudo darnos otra oportunidad.
Ya entrada la tarde pisamos tierra de la ultima ciudad del continente, el clima nos recordaba los viajes interminables en tren que cualquier estudiante suele tener en invierno durante las primeras horas del día para llegar a la universidad. Aunque era otro frío, un frío cargado de energía, esa que emana la unión de la montaña y el océano. A lo lejos divisamos rostros familiares. La alegría del reencuentro salía de lo mas profundo del alma.
Llegamos a la casa, y luego de esas charlas informativas que nos ponen al tanto, cenamos en una gran mesa, con todas sus sillas ocupadas y hasta casi apretados, como en los viejos tiempos.
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