Ríete al fin.
martes, 11 de marzo de 2014
Diez.
Mi dedos crujen.
Se hace carne el deseo de gritar a través de ellos.
Los sentimientos se agolpan todos juntos,mezclándose unos con otros. Afuera la luna deja su huella en el patio, y el viento se encarga de traer sonidos del otro lado de la muralla que me divide con el afuera. Camino hacia la ventana y me pierdo en el cielo.
-Pide a gritos estrellas.
El conglomerado de sentimientos pierde una lágrima, la cual no dejo terminar su recorrido.
-Es difícil focalizar.
Los ojos se cierran y buscan recuerdos, pero ese pensamiento se hace presente. No deja entrar a nadie.
Se escucha un suspiro,
-Ya no tarda en venir otra lagrima.
No.
Te juras y te vuelves a jurar no jugar otra vez así. Miras tu herida y vuelves a jurarlo.
-En el fondo sabes que te vas a lastimar otra vez.
Comenzas a reparar el escudo.
Es más precario que el anterior.
-Ya lo sabes.
El corto recorrido de la lágrima ya es imperceptible.
Miras tu reflejo en el vidrio y cuentas hasta diez.
Miras tus dedos, uno por uno.
-Trata de pensar en positivo.
Cruzas la frontera.
jueves, 12 de diciembre de 2013
martes, 12 de noviembre de 2013
Silencios
Su mirada ya no guarda secretos.
Su sombra deja atrás la mujer que fue y que por causa del destino ya no será.
Su vestimenta corrobora su sentencia: terminar sus días en este mundo, sin vivirlos.
Sus proyectos fueron olvidados, como a ella, y ya casi no recuerda cuál fue su razón de vida.
El olvido la ha abrazado para acompañarla hasta el día en que sus pulmones no quieran llenarse del frío oxigeno de la mañana.
Por sus venas ya solo corre sangre. La adrenalina ante los hechos que la rodean ya no forman parte del torrente.
No merece su vida.
Y por más que prenda velas nadie acudirá a sus plegarias.
Su mirada se apaga en cada estación.
No hay motivo para mostrar los dientes.
Llorar, ya no sirve de nada.
Deja como herencia sus huesos doloridos y marcados, sus penas.
Sus quejas... aprendió a dejarlas en cada pueblo en el cual piso en busca de un plato caliente y una sonrisa en la puerta.
Viajar solo la aleja de la muerte, esa que camina junto a ella, se acuesta a su lado y espera, sin prisa, a que sus huesos no quieran moverse más, a que sus ojos no quieran mirar otra vez la mujer que no fue.
domingo, 11 de agosto de 2013
La vida es buscar un argumento
Caminas por la casa oyendo como cruje bajo tus pies el parqué del pasillo, como quien camina por un lago helado temeroso de que se abra el agua a sus pies. Al llegar a la habitación descubres oscuras aves volando en círculos sobre la cama, y tú tratas de espantarlas agitando el pañuelo de la nostalgia o poniendo un disco de Damien Rice a todo volumen. Pero las aves burlonas se posan sobre el espantapájaros que levantaste y comen de tu mano el grano del desconsuelo con el que antes confeccionabas collares que abrazaban cuellos de cisnes y sirenas.
El día humedece la tarde con el perfume de otros días. Nada tiene más memoria que el olfato. Y hay perfumes que taladran el pecho como el primer cigarro, como el aire helado de la madrugada.
La ausencia está en todo: en los libros de la mesa, en las toallas, en la ropa tendida, en la carta dormida en el buzón. Durante un instante te quedas colgado mirando un rincón en la pared en el que las arañas tejieron su red, o te quedas hipnotizado mirando un televisor que parpadea con luz estroboscópica: nada que ver, nada que hacer.
Agarras el teléfono y dejas un mensaje en un contestador. Una bengala iluminando un océano oscuro, un mensaje de auxilio. Hola soy yo. Tres pulsos cortos. Ha amanecido tarde este día. Tres pulsos largos. Bueno, si tienes frío o tiempo me llamas. Tres pulsos cortos. Cuelgas.
La pena extiende una película impermeable por toda tu piel, y por ella resbalan noticias y deberes. Bebes entonces con auto complacencia el licor dulzón del aburrimiento y te preguntas como era tu vida antes de que todo fuese naufragio.
Pero entonces sientes que algo te agarra de las solapas y te levanta del sofá al que estabas atornillado. Cabreado, recuerdas todo lo que queda pendiente. Recuerdas lo afortunada que eres por haber asistido al alumbramiento de unicornios y pegasos, a la lluvia de meteoritos que dibujó el cielo de tu vida tantas noches de verano, y reconoces en la ausencia que habita toda la casa retazos de la muchacha que desapareció de el reflejo ofrecido por los espejos en los que te miras. Eres tú. Estás de vuelta.
Huyen las aves. El dibujo de tiza en el suelo de la cocina ya no es tu silueta, es una rayuela sobre la que saltan hadas y faunos. Levantas la persiana y un alud de sol arrastra telarañas y serpentinas limpiando de espectros la casa. Sales a la calle. Es viernes. Es primavera. Es pronto. Recuerdas la leyenda tallada en el reloj que ahora murmuras con una media sonrisa que creías olvidada: acuérdate de vivir.
El día humedece la tarde con el perfume de otros días. Nada tiene más memoria que el olfato. Y hay perfumes que taladran el pecho como el primer cigarro, como el aire helado de la madrugada.
La ausencia está en todo: en los libros de la mesa, en las toallas, en la ropa tendida, en la carta dormida en el buzón. Durante un instante te quedas colgado mirando un rincón en la pared en el que las arañas tejieron su red, o te quedas hipnotizado mirando un televisor que parpadea con luz estroboscópica: nada que ver, nada que hacer.
Agarras el teléfono y dejas un mensaje en un contestador. Una bengala iluminando un océano oscuro, un mensaje de auxilio. Hola soy yo. Tres pulsos cortos. Ha amanecido tarde este día. Tres pulsos largos. Bueno, si tienes frío o tiempo me llamas. Tres pulsos cortos. Cuelgas.
La pena extiende una película impermeable por toda tu piel, y por ella resbalan noticias y deberes. Bebes entonces con auto complacencia el licor dulzón del aburrimiento y te preguntas como era tu vida antes de que todo fuese naufragio.
Pero entonces sientes que algo te agarra de las solapas y te levanta del sofá al que estabas atornillado. Cabreado, recuerdas todo lo que queda pendiente. Recuerdas lo afortunada que eres por haber asistido al alumbramiento de unicornios y pegasos, a la lluvia de meteoritos que dibujó el cielo de tu vida tantas noches de verano, y reconoces en la ausencia que habita toda la casa retazos de la muchacha que desapareció de el reflejo ofrecido por los espejos en los que te miras. Eres tú. Estás de vuelta.
Huyen las aves. El dibujo de tiza en el suelo de la cocina ya no es tu silueta, es una rayuela sobre la que saltan hadas y faunos. Levantas la persiana y un alud de sol arrastra telarañas y serpentinas limpiando de espectros la casa. Sales a la calle. Es viernes. Es primavera. Es pronto. Recuerdas la leyenda tallada en el reloj que ahora murmuras con una media sonrisa que creías olvidada: acuérdate de vivir.
Poema 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
miércoles, 15 de mayo de 2013
sábado, 9 de marzo de 2013
Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende que el amor
no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender.
Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.
Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma, en lugar
de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...
y con cada día uno aprende
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma,
y uno aprende que el amor
no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad
y uno empieza a aprender.
Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta
y los ojos abiertos y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de
caerse en la mitad.
Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma, en lugar
de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...
y con cada día uno aprende
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